3 veces 4 o 4 veces 3
12 días o el día 12 del lúgubre entrecerrar de dos ojos
El monóxido deambulando sollozos
y tiritando los pasos perdidos que olvidé en la alacena, el reloj sediento de karmas ambivalentes como la ambivalencia mia que metaformosea del capullo.
Nieves y el abuelo de blanca cabellera y rosada piel, mosqueta la rosa pero afiladas sus espinas y el disipar de los gallinazos hambrientos dejando su perfume de tanto en tanto.
Un fémur agotado, dos vidas que todavía pesan, los pedazos de magma fruncido en el rasgado vientre de tanto menstruar y las ganas de inserter más tinta y aguja en la dermis, cuasi placer goteando penas.
A mi me encontraron en esa caja que otros llaman desechos, ahí estaba yo, mutilando lenguas inservibles y estrujando los corazones débiles pero amo y amo más que el hidrógeno clamando al sol (y viceversa), las mitocondrias de lamentos, los ribosomas de sonrisas y sus núcleos echados al sartén como una yema de huevo a la inglesa, espero sentada la madrugada de un jueves 17 de un año bisieto que no existe y que tampoco llegará porque juego a ser ese dios cristiano y me creo todo lo que en sueños brota.
Domingo 13
(Ya no 12, se suma 2 y el algoritmo repite)
Un tulipán ennegrecido y mis cejs perfiladas, lleven ustedes al cementerio las lágrimas aun congeladas y escribanle en el epitafio, ¡que yo le he llorado! redundando el cauce hostigado de cuerpos inertes y agusanados
(podrido, jodidamente podrido)
Soy todas las horas descontadas del pesar de todas y cada una de las almas que migran hacia la ventana de orión, sonriendo eufóricamente por el sabor a arándanos en esas puntas de lenguas calcinadas de tanto rayo solar.
Cierren las ventanas y déjenme desnuda con la lupa ampliándome el iris.
( y anda al mar, al reencuentro con la medusa que robo mi diástole, menciónale como aquí, cáncer en el trópico sigue estrujando madrugadas de los sábados en las que el caos nos toma por asalto...)
Hay niños, hay un enorme coro de niños en mi coliseo de amígdalas y decile a papá que no olvide mis dedos, que yo no me olvido de los suyos y entonces ambos háganme llegar el granizo, recuerdenme el sacar la lengua como antes, esa palabra corta pero de peso largo.
Hasta la insulina caducada ama con vehemencia sus recuerdos en vida, sus nombres impregnados en la carcomida inocencia de una orquídea deshojándose a sí misma.
Soy una meditabunda osezna libando la leche fresca que alguna vez fue piel en otro ser.
El iceberg entumecido de mi melanina ocular de ha derretido hoy.
Abrir las alas, alas, alas abrir.
A b r i r.